Podcast | Episodio 1 :El comienzo de un viaje sin retorno

Cuando el destino te saca de la rutina

A veces, la rutina se instala sin que nos demos cuenta. Así me pasaba en Manresa, donde mis días transcurrían en un ciclo predecible, rodeado de las mismas calles, los mismos rostros, la misma sensación de estar atrapado en un espacio demasiado pequeño.

Mis días cuando vivía en Maresa, Cataluña

Pero un día, algo cambió. Un nuevo interés, una pasión inesperada, me llevó más allá de los límites de la ciudad. Primero a Terrassa, luego a Barcelona, después a Sitges y hasta Bilbao. Sin darme cuenta, mi mundo comenzó a expandirse. Lo que parecía un simple pasatiempo se convirtió en mucho más.

Bailando al lado del mar en el Festival de Tango de Sitges

Lo que aún no sabía era que este camino estaba a punto de cruzarse con algo —o alguien— que cambiaría por completo mi forma de ver las cosas.

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1. Introducción – Una visagra en mi vida

La rutina en Manresa: una vida en pausa

Diego:
Todos hemos tenido momentos en los que sentimos que la vida se detiene. Así estaba yo en Manresa, una pequeña localidad de apenas 60.000 habitantes en el corazón de Cataluña.

Había vivido allí durante seis años. Era un lugar tranquilo, bonito, en el que ya estaba bien instalado, pero con el tiempo, sus calles empezaron a parecerme siempre las mismas: los mismos cafés, las mismas caras, los mismos bares y discotecas que frecuentaba por las noches en aquella época.

Sentía que mi vida social había llegado a un punto muerto, como si estuviera atrapado dentro de las fronteras de aquella pequeña ciudad. Sin darme cuenta, la rutina se había adueñado de mis días.

De Buenos Aires a Cataluña: el contraste de dos mundos

Eso no siempre había sido así. Yo venía de Buenos Aires, una ciudad llena de energía, caos y posibilidades.

Aunque hacía años que había dejado atrás la ciudad que me vio nacer, siempre llevaba a Buenos Aires conmigo. Mi identidad como porteño seguía viva, y yo me esforzaba porque así fuera.

Siempre he sido nostálgico, quizás porque esas raíces rioplatenses me definían. Desde la distancia, uno tiende a reflexionar más sobre sus orígenes, a intentar reconectar con aquello que lo vio crecer.

Y fue en esa búsqueda donde encontré una chispa que cambiaría todo: el tango.

2. El Descubrimiento del Tango

Una oportunidad inesperada: clases en Manresa

Un día descubrí que una pareja de profesores de tango de Barcelona venía a dar clases en Manresa una vez por semana.

Sin pensarlo demasiado, me inscribí. Era una forma de volver a Buenos Aires, aunque fuera por unas horas a la semana.

La primera clase fue… interesante, digamos. No voy a mentir: mis pies eran torpes, y mi principal preocupación era no pisar a mi compañera.

Pero entonces… sonó el bandoneón. Y algo sucedió.

Primeros pasos torpes y una conexión inmediata

Poco a poco, las clases de tango se convirtieron en una parte fundamental de mi vida. Bailaba un poquito mejor cada día, y el entusiasmo crecía.

Fue en esas clases donde conocí a Viviana, una chica argentina que también compartía mi pasión por el tango.

Viviana, una compañera de baile y de aprendizaje

Estábamos los dos más o menos al mismo nivel. Practicábamos juntos, nos reíamos de nuestros errores y nos motivábamos mutuamente.

Tanto nos entusiasmamos que decidimos organizar prácticas en casa. Así, en el salón de mi departamento, entre mesas y sillas, dábamos giros torpes pero llenos de entusiasmo.

El tango no es solo un baile, sabés. Es una conversación. Es intimidad, pausa, confianza. Es una forma de decir quién eres sin palabras.

Y para alguien que se sentía atrapado en su rutina, esa fue una revelación.

3. La Obsesión Crece – Más Allá de Manresa

De Manresa a Terrassa: Darío y Claire, nuevos maestros

Diego:
Pero pronto, una clase semanal no era suficiente. El tango tiene eso: te exige más. Querés mejorar, perfeccionar tus pasos, aprender otros nuevos, sorprender a tu pareja, sentir que estás avanzando.

Así que decidí buscar más.

Conocí entonces a otra pareja de profesores, Darío y Claire. Él, argentino; ella, francesa. Sus clases se daban en Terrassa, a unos 35 kilómetros de Manresa. Así que, una o dos veces por semana, el tango me llevaba ahora a esta ciudad.

En Terrassa, conocí a un nuevo grupo de chicos y chicas que compartían la misma pasión. Por entonces, ya no bailaba tanto con Viviana, que creo que ya no me seguía el ritmo, pero me sentía parte de una comunidad en crecimiento. Cada clase, cada práctica, era una oportunidad para conectar y mejorar.

La comunidad tanguera: un círculo en expansión

Un día, Darío me contó que también daba clases en Barcelona, en una sala en plena Gran Via. Y esa idea encendió algo en mí.

Tomar clases en Barcelona… eso, para mí, ya era otra cosa. La ciudad significaba más gente, más posibilidades y milongas donde la diversidad y el talento de los bailarines eran infinitos. Allí quería ir.

Barcelona: el epicentro del tango y un nuevo escenario de vida

Empecé a viajar a Barcelona. 60 kilómetros de ida y 60 kilómetros de vuelta. Lo hacía casi todos los días. Clases, prácticas y milongas.

Barcelona no era solo una ciudad; era un escenario.

El tango no solo me dio una nueva vida social; confieso que me dio algo más profundo: una nueva perspectiva. Me di cuenta de que, fuera de Manresa, había un universo entero esperando ser explorado.

Cada milonga tenía su propia personalidad: luces tenues, parejas moviéndose al ritmo del bandoneón, conversaciones en voz baja entre canción y canción. Era como entrar a otro mundo, uno lleno de posibilidades.

4. La Comunidad del Tango y Nuevas Conexiones

Milongas en rincones inesperados de Barcelona

Y yo, poco a poco, me fui integrando a la comunidad del tango.

Recuerdo especialmente una milonga en el distrito 22@ de Barcelona, en un antiguo almacén reciclado. Era un espacio pequeño, a media luz, con cojines en el suelo y un ambiente tan íntimo que parecía clandestino.

De hecho, lo era, porque tiempo después me enteré de que la clausuraron porque no estaba habilitada.

Nuevas amistades inseparables

Fue allí donde conocí a Vincenzo, un napolitano apasionado por el tango. Nos hicimos amigos de inmediato y seguimos siéndolo hoy, muchos años después.

Algo más tarde llegó Annie, una chica siciliana, también súper simpática y divertida, y juntos formamos un trío inseparable.

Barcelona se transformó en nuestro escenario de aventuras. Íbamos a todas partes juntos, y nos divertíamos muchísimo.

Salíamos de aquí para allá, a pasear, a la playa, como si no hubiera un rincón de la ciudad que no mereciera ser explorado.

Explorando la ciudad: de las Fiestas de Gràcia a la playa

Recuerdo también salir a las Fiestas de Gràcia, con sus calles decoradas de esa manera surreal, casi como escenarios de película, donde la música y las risas llenaban el aire.

También estaban los festivales de tango, a donde íbamos cada tanto. Y uno en particular era nuestro favorito: el Festival de Tango en Sitges.

Gente de todo el mundo se reunía allí para disfrutar, compartir esa pasión que nos unía y hasta bailar en la playa.

5. Un Tango sin Fronteras

Bailando en cada ciudad donde sonara un bandoneón

En ese entonces, mi trabajo me llevaba por toda España. Y cada vez que viajaba, buscaba milongas en las ciudades que visitaba.

En el País Vasco, Galicia, Andalucía… donde fuera, siempre que encontraba un lugar donde sonara un bandoneón, hacia allí iba yo.

No importaba el sitio, y cuanto más inesperado, mejor. Madrid fue una de esas ciudades donde tuve varias experiencias tangueras memorables.

Encuentros fortuitos: de Madrid a Ámsterdam

En Madrid, me encontré varias veces con una amiga madrileña en algunas milongas. Fue fascinante ver cómo en cada ciudad la comunidad tanguera tenía su propio estilo, su propia energía.

Incluso en Ámsterdam, durante un viaje de trabajo, terminé en una milonga. Esa noche, rodeado de desconocidos que hablaban en distintos idiomas pero compartían la misma pasión, entendí que el tango era mucho más que un baile. Era un lenguaje universal.

Un viaje improvisado a Sitges

Un día, mientras estaba en algún rincón de España, supe que en pocos días estaría en Bilbao. Así que le pregunté a mi profesor de tango, Darío, si conocía alguna milonga por allí.

Te voy a pasar el contacto de una chica súper tanguera que vive en Bilbao y que te va a ayudar —me dijo.

Así fue como conocí a Marina, una chica vasca apasionada por el tango. A bailar no fuimos, porque aquella noche no había ningún sitio abierto, pero sí me llevó a conocer la ciudad.

Y qué linda ciudad es Bilbao.

Casualmente, al día siguiente comenzaba el Festival de Tango de Sitges, ese evento internacional al que todo tanguero sueña con ir.

El problema era que Marina no había encontrado cómo llegar al festival. Así que, como yo volvía a Barcelona para asistir, le ofrecí un lugar en mi coche.

Preparate rápido, que salimos mañana temprano —le dije.

Y así fue. A la mañana siguiente, la pasé a buscar por su casa y emprendimos el camino de 580 kilómetros hacia Sitges.

Fue un viaje largo, pero lleno de emoción. Atravesamos increíbles paisajes del centro de España, charlando sobre tango, viajes y la vida.

A la tarde, cuando llegamos al festival, todo fue exactamente como lo imaginábamos: bailamos, brindamos con amigos y nos dejamos llevar por el espíritu único del evento.

6. Viajando y bailando Tango

Bailando en cada ciudad donde sonara un bandoneón

En ese entonces, mi trabajo me llevaba por toda España. Y cada vez que viajaba, buscaba milongas en las ciudades que visitaba.

En el País Vasco, Galicia, Andalucía… donde fuera, siempre que encontraba un lugar donde sonara un bandoneón, hacia allí iba yo.

No importaba dónde, y cuanto más exótico el lugar, mejor.

Encuentros fortuitos: de Madrid a Ámsterdam

Recuerdo especialmente Madrid, donde me encontré también varias veces con una amiga madrileña en algunas milongas.

Incluso en Ámsterdam, durante un viaje de trabajo, fui a bailar a una milonga.

Era como si el tango me estuviera mostrando un camino, uno que conectaba ciudades, personas e historias.

Marina y el viaje improvisado a Sitges

Un día, mientras daba vueltas por vaya a saber qué rincón de España, sabía que en unos días estaría en Bilbao. Así que le pregunté a mi profesor de tango, Darío, si conocía alguna milonga por allí.

Te voy a pasar el contacto de una chica súper tanguera que vive en Bilbao y que te va a ayudar, me dijo.

Así fue como me puso en contacto rápidamente con Marina, efectivamente, una chica vasca loca por el tango.

A bailar no fuimos porque creo que aquella noche no había ningún sitio abierto, pero sí que me llevó a conocer la ciudad.

Y qué linda ciudad que es Bilbao.

Casualmente, al día siguiente comenzaba el Festival de Tango de Sitges, como te conté, reconocido internacionalmente y al que todo tanguero que se precie sueña con ir.

El problema era que Marina no había encontrado cómo llegar al festival. Así que, como yo volvía a Barcelona para asistir, le ofrecí un lugar en mi coche.

Preparate rápido, que salimos mañana temprano, le dije.

Y así fue. A la mañana siguiente, la pasé a buscar por su casa y emprendimos el camino de 580 kilómetros hacia Sitges.

Fue un viaje largo, pero lleno de emoción, en el que atravesamos increíbles paisajes del centro de España.

A la tarde-noche, llegamos justo cuando empezaba el festival, y todo fue como lo imaginábamos: bailamos, brindamos con amigos y nos dejamos llevar por el espíritu único del festival.

Esa noche, cuando finalmente decidimos dormir, terminamos en el departamento de Vincenzo, donde todos los caminos siempre parecían encontrarse.

7. Más Allá de las Fronteras – Un Viaje Personal

Barcelona, el tango y la vida

Diego:
Así eran nuestros días en aquella época: llenos de baile, aventuras, viajes y momentos inolvidables.

Barcelona y el tango no solo me dieron una nueva vida; me mostraron que, a veces, basta con seguir el ritmo para descubrir lo que realmente importa.

Más allá de las fronteras

El tango me enseñó algo más que pasos. Me recordó algo que ya sabía, pero que necesitaba reafirmar: a confiar en mí mismo, a dar un paso hacia lo desconocido cuando es necesario, como ya lo había hecho algunos años antes cuando me mudé de Argentina a España casi con lo puesto.

Siempre fui un luchador, alguien que busca soluciones. Y el tango no fue la excepción. Era más que un baile; ya se había convertido en una forma de vida.

Mi Reflexión final

Yo elegí el tango. Fue mi manera de dar un vuelco a mi vida. Pero creo que lo importante no es el baile en sí; puede ser cualquier hábito, práctica o decisión que nos saque de nuestra zona de confort.

Lo esencial es atrevernos a generar ese cambio.

En mi caso, lo curioso es que, aunque el tango lo aprendí para escapar de mi rutina, esta danza terminó llevándome mucho más lejos de lo que podía imaginar.

Me llevó a personas increíbles, a vivir nuevas experiencias y, finalmente, a alguien especial.

Porque fue durante uno de esos viajes, en un festival de tango en un hotel a los pies del Mediterráneo, en la Costa Brava, que conocí a alguien que marcó un antes y un después en mi vida.

Una persona que, sin saberlo, estaba a punto de transformar mi mundo de una manera que nunca habría imaginado.

Y esa historia, creeme, es sólo el comienzo.

Lo que sucedió después no solo cambiaría mi relación con el tango, sino también mi vida.

¿Cómo se cruzaron nuestros caminos?
¿Y cómo pasé de una pista de baile a construir un futuro completamente nuevo?

Eso te lo voy a contar en el próximo episodio.

Querido lector,

Este artículo ha sido escrito por mí, Diego, que vivo en Francia desde hace algunos años y recorro este hermoso país desde hace muchos más! Y se inspira en mis experiencias y los gustos míos y de mi familia.

Me encanta dar a conocer los pueblos encantadores de Francia y todo lo que hay para hacer por aquí y sé que muchas veces la organización de un viaje puede ser complicado. Es por esto que, mediante mis guías, intento inspirarte y ayudarte en vuestra planificación.

Espero que hayas disfrutado de la lectura de este artículo y, sobre todo, que sea de utilidad.

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Diego en France
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I’ve been living in France for many years with my French wife and our Franco-Argentinian daughter.

I know this amazing country very well — we’ve been exploring it for a long time, and it holds a special place in my heart.

I’ve always shared my passion for travel with those around me, and now I’d love to help you plan your own trip.

I know trip planning can often feel overwhelming and frustrating. That’s why I created this blog about France — especially its charming small towns — so you can start enjoying your journey from the moment you begin planning it.

FR : Je vis en France depuis des années et je partage ici mes lieux préférés — en particulier ses petits villages de charme.

ES : Vivo en Francia desde hace años y en este blog comparto mis rincones favoritos — sobre todo sus pequeños pueblos encantadores.

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